ASOCIACION DESIDERIA GIMENEZ

MANIFIESTO DE LA ASOCIACIÓN FEMINISTA Desideria Giménez «La cazoleta»

La asociación feminista es una organización de mujeres crítica, independiente y laica cuyos objetivos son desarrollar la solidaridad activa con todos los oprimidos o marginados, con el mundo del trabajo y sus familias allí donde se encuentren y, sobre todo, con quienes sean victimas de su lucha en pro de sus derechos y de la emancipación colectiva; desarrollar resistencia contra la prelación del medio ambiente y natural. Y, muy especialmente, es objetivo de la asociación desarrollar la solidaridad activa con las mujeres en el ámbito de sus derechos legales, laborales, sociales, familiares, políticos y culturales, reivindicando cuando sea necesario la discriminación positiva y recuperando la memoria de las mujeres que han sufrido la represión y las torturas.

La sociedad en que vivimos continúa organizada según unas leyes económicas, políticas y culturales que impiden que muchos seres humanos, tanto en pueblos en vías de desarrollo como en los llamados desarrollados, puedan alcanzar niveles de dignidad humana. Toda una serie de mecanismos institucionalizados hacen que la distancia entre países ricos y pobres, entre unas clases y otras, sea cada vez mayor. Las políticas de los organismos internacionales no hacen sino ahondar en este panorama, y el pensamiento neoliberal, que se impone como «pensamiento único», es expresión ideológica de dicha situación.

La mortalidad infantil, la reducida esperanza de vida, la subalimentación y el hambre, la ausencia de posibilidades culturales y de atención sanitaria, la falta de trabajo y de vivienda golpean a una gran parte de la población mundial. En los países llamados desarrollados se incrementan las bolsas de pobreza y marginación, mientras sus gobiernos despilfarran sus recursos en armamentos para mantener el statu quo.

Tanto los mecanismos económicos como los políticos, culturales, informativos, etcétera, están organizados para que este estado de cosas se perpetúe a todos los niveles. Y, cuando los seres humanos o los pueblos inician vías de dignidad e independencia que les conduzcan a superar la injusticia y las lacras del atraso, los poderosos (Estados, organismos internacionales, corporaciones multinacionales) manipulan y compran conciencias, embargan y bloquean a pueblos, desestabilizan gobiernos, violan los derechos internacionales, financian golpes, reprimen protestas en la calle y utilizan el sistema judicial contra los actos de resistencia y protesta. En circunstancias extremas, pero cotidianas, a nivel internacional esos poderosos decretan asesinatos o intervienen militarmente, y su «razón imperialista» se quita la máscara y muestra su personalidad brutal, siniestra y cínica.

Por otra parte, estos mismos poderosos vienen promoviendo un tipo de desarrollo que destruye la naturaleza, envenena ríos y mares, contamina la atmósfera, desertiza y agota recursos naturales, poniendo en peligro la supervivencia de los seres humanos al transformar la naturaleza en una mercancía generadora de rápido beneficio para una minoría.

Pero, además, la mitad del género humano, las mujeres, ve siempre agravada su situación en este estado de cosas. En los países avanzados, y en España en concreto, las reformas económicas profundizadoras del camino neoilberal están comprometiendo la teórica igualdad de oportunidades de las mujeres y aumentando su pobreza.

Las mujeres con trabajo asalariado ganan un 50% menos que los hombres. La calidad del trabajo de las mujeres jóvenes se deteriora por las abusivas formas de contratación y la intermediación de las ETT, que las explotan de forma brutal e impiden la posibilidad de defensa sindical.

Las mujeres actuamos como minimizadoras de los impactos perversos del sistema económico: desde el seno de las unidades domésticas, solventamos los recortes de numerosos servicios públicos (cuidado de niños, de enfermos, de personas mayores, etc.). Nuestra sociedad actual no sobreviviría sin el trabajo de las mujeres sin salario en el hogar, en el campo, en las empresas familiares. Las mujeres sufrimos con mayor crudeza los recortes en las atenciones sociales, tales como la imposibilidad de acceder a pensiones por la severidad de los requisitos, la falta de ayudas a madres cabeza de familia o los salarlos mínimos de inserción.

La violencia hacia las mujeres aumenta constantemente. El número de victimas a manos de sus compañeros es mucho mayor que el de víctimas en otros epígrafes sangrientos que preocupan en la sociedad. También es cierto que la cobertura en los medios de comunicación es muy inferior.

Los recursos para llevar adelante políticas de igualdad son manifiestamente insuficientes. Es un hecho constatable que las mujeres, que somos el 51% de esta sociedad, también somos mayoritarias en muchos sectores como la sanidad, la enseñanza o en numerosos movimientos sociales. Pero, si bien compartimos espacios en el ámbito social, no sucede lo mismo en el ámbito económico; compartimos espacios de participación, pero no de decisión ni de representación institucional.

 La historia de la humanidad no es sólo la historia de la explotación, sino también la historia de la lucha de mujeres y hombres contra esa explotación y por superar sus condiciones de vida insoportables: la lucha por la emancipación. De forma especial en el último siglo y medio, miles de mujeres han empeñado sus vidas, sus ideas y su militancia a la consecución de una sociedad más justa e igualitaria. Esta lucha se ha manifestado, en partidos y sindicatos, en las luchas por las reivindicaciones de los trabajadores y por los derechos humanos, sociales y políticos básicos; en la solidaridad con otros pueblos, con los presos, torturados y perseguidos por motivos sociales y políticos; y por sus propias reivindicaciones especificas como mujeres. La lucha de las mujeres por la consecución de la igualdad legal y social es una reivindicación que tiene ya más de un siglo.

Sin embargo, todas las injusticias por las que las mujeres han luchado persisten en uno u otro lugar: en las condiciones de trabajo con perdida de derechos y formas de explotación; entre los marginados sin ningún tipo de derecho real económico, social o político; entre los presos ideológicos o sociales no lejos de nosotros; entre los oprimidos y masacrados por las políticas de las grandes potencias; entre los emigrantes exponentes de todas las lacras del sistema social y político actual, y, especialmente, con la situación de las mujeres, que añaden siempre un grado más a las injusticias que acompañan a la situación de los marginados, los trabajadores, los emigrantes o los ciudadanos de países subdesarrollados.

Nosotras, mujeres, acordamos volver a organizamos en la lucha por la emancipación de clase y de género.

Articulo del blog de Desideria Gimenez

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